Los índices de lectura de libros digitales en Chile son bajos. El año 2014, un 74% de los chilenos declaró no haber leído libros en formato digital en el último año. Algo que el Estado se esfuerza por revertir, aprovechando la tecnología para poner contenidos al alcance de todos los chilenos de forma gratuita. La Biblioteca Pública Digital lanzó una nueva aplicación para celulares que parece indicar la consolidación de esta iniciativa: en dos meses casi equipararon los préstamos del año anterior. En el Mes del Libro Digital, conversamos con Florencia García, directora de la institución, que nos cuenta cómo fue sumarse a esta avanzada digital, cómo están reaccionando las editoriales chilenas y cuáles son algunos de sus próximos pasos, como la inauguración, el 14 de abril, de la primera biblioteca pública digital física.
Uno de los concursos más populares creados por la Dibam es “Mi libro favorito”, donde lectores de todo el país están invitados a enviar fotografías junto a ese libro que adoran. El certamen busca difundir el gusto por la lectura a través de redes sociales y desde su creación en 2011, este año contará por primera vez con una categoría especial: “Lectura digital”. Así, lectores de todas las edades tendrán la opción de mostrar su libro predilecto en una tableta, smartphone, Kindle, iPad, o cualquier otro dispositivo digital. A tres semanas de haber iniciado el concurso, la gran mayoría sigue enviando poses y selfies con libros impresos.
Una de las personas que promovió la creación de esta nueva categoría fue Florencia García, directora de Biblioteca Pública Digital (BP Digital). A pesar de los prejuicios que persisten respecto a la lectura digital –quizás el “se me cansa la vista” sea el más reiterado- García confía en que con el tiempo la práctica de lectura de libros digitales será cada vez más usual y terminará por abolir muchos preconceptos.
Dos sitios que han liderado la democratización de la información y el libre acceso han sido Memoria Chilena y Biblioteca Nacional Digital. Ambos poseen un perfil centrado en la conservación y difusión del patrimonio histórico chileno. Así, cada vez que un usuario descarga algún texto queda como “propietario” del mismo. Biblioteca Pública Digital, en cambio, actúa como una biblioteca pública tradicional, donde los libros se prestan por un tiempo determinado y existe una gran demanda por las novedades editoriales.
¿Qué dicen los datos sobre la lectura digital en nuestro país? Según la Encuesta de Comportamiento Lector (Plan Nacional de la Lectura, 2014) un 74% declara no haber leído libros en formato digital en el último año. Una paradoja si contrastamos este índice con los resultados de la Encuesta Nacional de Acceso y Usos de Internet (Subsecretaría de Telecomunicaciones, 2015), que indica que el 70% de los chilenos son usuarios de este servicio, manifestando como primera razón que “permite tener más acceso a información”, mientras que el tercer motivo es el “apoyo a la educación propia o de hijos/nietos/parientes”.
¿Qué observaron en el entorno para iniciar un proceso de conversión tanto de biblioteca como lectura al formato digital?
La pregunta fue cómo generar otro tipo de servicios que permitan revertir los índices de lectura a nivel nacional. Y vimos que estaba asociado a tecnología. La portabilidad de 2,5 celulares por persona en Chile y el grado de conectividad muestran que el escenario se presta para decir que hay un público muy propenso a leer en formato digital y quizás, sin darse cuenta, ya estaba leyendo así.
Condorito en el celular
La BP Digital funciona bajo los mismos parámetros que una biblioteca pública de cualquier ciudad de Chile. Cuenta con préstamos de libros para todas las edades, de cualquier tipo de materia, con una variedad de editoriales y con un énfasis en la producción nacional. Y, además, apunta Florencia García, “a través de un servicio virtual ofrece lo que habitualmente hace la biblioteca pública: ser un ente social, un espacio público de participación ciudadana, un foco de interacción entre los usuarios”.
Para usar BP Digital en computadores es necesario contar con conexión a internet, registrarse como usuario y tener instalado el programa lector de libros electrónicos Adobe Digital Editions. El año pasado se prestaron cerca de 1.300 libros mensuales y este antecedente motivó a la Dibam a crear una aplicación que hiciera mucho más fácil y accesible el libro y la lectura para todos los chilenos que manejan los sistemas operativos iOS y Android.
¿Puedes sacar ciertas conclusiones desde que lanzaron la app para teléfonos celulares?
El año 2015 prestamos 15.800 libros. No hemos terminado marzo y llevamos 14.200 préstamos. Y en términos de inscripciones, cerramos el año pasado con 12 mil inscritos. Desde el lanzamiento de la app (20 de enero) llevamos 25 mil inscritos. En dos meses nos duplicamos en relación al año pasado. Esto significa que hemos tenido que aumentar exponencialmente las colecciones y las copias que tenemos. También acelerar procesos que generalmente en la administración pública son muy lentos.
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Hay que tachar, entonces, otro preconcepto. Tener disponible 8 mil títulos de manera gratuita en el teléfono celular elimina de raíz uno de los prejuicios más enquistados en nuestra sociedad: leer es caro. Leer cuesta, ni más ni menos, lo que vale un plan de telefonía celular. Y acá va otro al tarro de la basura: la biblioteca o librería no está lejos; los libros están al alcance de la mano.
Tener disponible 8 mil títulos de manera gratuita en el teléfono celular elimina uno de los prejuicios más enquistados en nuestra sociedad: leer es caro.
¿Opciones para leer? El inmortal Condorito que, sorprendentemente, sigue liderando el ranking de préstamos digitales; Poemas de amor, de Raúl Zurita; Cuentos completos, de Philip K. Dick; Finanza corporativas, de Jonathan Berk; El viaje, de María de la Luz Uribe. Incluso hay videocuentos disponibles en streaming como, por ejemplo, Los tres cerditos y el lobo; y también existen 777 audiolibros, entre los que se pueden encontrar cuentos clásicos de Hans Christian Andersen, una biografía de Lady Di o la novela Tombuctú, de Paul Auster.
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¿Por qué caminos seguirá innovando la BP Digital?
El 14 de abril inauguraremos la primera biblioteca pública digital física, en la comuna de Independencia. Es un espacio relativamente pequeño que no tiene ningún libro físico, pero que ofrece todos los servicios de una biblioteca física: capacitación, préstamos de material bibliográfico, acceso a información. Este proyecto está financiado por Entel, la Dibam y la Municipalidad de Independencia, y allí vamos a iniciar un préstamo de tabletas. Esta biblioteca va a estar dotada de 30 tabletas para poder prestarlas a domicilio, pero además va a ofrecer una serie de servicios virtuales, como por ejemplo, cuentacuentos. Actualmente tenemos 50 videocuentos en línea, que han tenido mucho éxito. Entonces, la hora del cuento, que es un hito importante de las bibliotecas públicas, se va a hacer en la biblioteca digital. Al lado de este recinto hay un jardín infantil y los niños en vez de escuchar un cuentacuentos van a tener la oportunidad de observar la pantalla. En la pantalla se va a poder desarrollar también una serie de servicios de capacitación e-learning. Los servicios que como Dibam prestamos van a canalizarse a través de esta biblioteca digital.
¿Qué requisitos se necesitan para acceder a las tabletas?
Para poder usarlos es requisito ser residente de Independencia. Esto da derecho a usarlo por una semana. La tableta viene con un chip de conexión a internet, por lo tanto se puede llevar a la casa y tener internet permanente. Ahora, la tableta va a tener restricciones de navegación porque lo que nosotros queremos es que se ocupe para efectos de biblioteca.
Son hitos que paulatinamente irán transformando los comportamientos lectores.
Así es, y para agosto tenemos un segundo hito, que tiene que ver con un convenio que ya suscribimos con el CRA, el cual implica que nosotros tengamos en BP Digital toda la colección que el CRA sugiere en su bibliografía. Que no solamente es lenguaje y comunicación, sino una sugerencia bibliográfica que abarca todas las asignaturas escolares. En ese sentido, decidimos probar este año un plan piloto -ya que son 10 mil escuelas en el país- con CRA de 5° hasta 8° básico. Para este grupo lo que hicimos fue comprar todo el material que ya está digitalizado en una proporción de 10 copias. En este momento estamos trabajando con las editoriales y diciéndoles que vamos a comprar todos los libros del CRA para este grupo específico.
Las editoriales, el mercado, el Estado
Desde un comienzo el ideal de BP Digital fue tener disponible el catálogo regular de las bibliotecas públicas. Sin embargo, en la práctica se fueron manifestando una serie de ripios propio de un proyecto pionero y de tal dimensión. Lo que se observa en la actualidad es una nueva relación de negocios entre las editoriales y el Estado y una redefinición de éste con respecto a las bibliotecas públicas.
Rebobinemos la película.
¿Cómo operaba el mercado cuando comenzó el proyecto de BP Digital?
Nos dimos cuenta que el mercado no funciona como nosotros queríamos, porque las editoriales para vender sus contenidos digitales estaban desarrollando plataformas de manera paralela. Entonces, no solo te vendían el archivo digital, sino que la colocación de ese archivo en una URL específica. Y eso sucedía porque muchas editoriales no nos querían entregar el archivo, lo que obligaba a una figura de compra que como Estado nunca habíamos tenido, que es arrendar un libro. Eso nos obligaba como Estado a redefinir la función de las bibliotecas públicas en lo que se refiere a ser propietarios de bienes y activos que son inventariables.
Generalmente, a las bibliotecas públicas se les entrega una parte presupuestaria muy alta en lo que se refiere a compras. Sucedía que las editoriales no nos querían vender ese material, es decir no íbamos a ser propietarios, sino que teníamos que arrendar, y el ítem arriendo que se asigna a las bibliotecas públicas es un 10% del presupuesto, que es muy poco. Eso ha significado generar nuevos modelos de negocio para las bibliotecas y también redefinir el rol de las bibliotecas públicas para el Estado.
¿Qué editoriales se incorporaron de inmediato a esta avanzada digital?
Las editoriales que primero digitalizaron su contenido fueron las universitarias y técnicas, como Pearson, McGraw Hill, Elsevier. Principalmente por el costo de impresión y el precio de venta que es muy alto.
¿Qué modelo de negocios tenían estas editoriales?
El libro digital permite la comercialización de contenidos independiente del libro completo, es decir, las editoriales te pueden vender capítulos. En ese sentido, los que más desarrollaron el modelo de plataforma fueron las editoriales especializadas para las universidades. Pero ese es un modelo cerrado, en el cual las universidades compran cuentas de acceso a su base de datos pero las puertas de acceso son un número limitados de acuerdo a la matrícula que tiene cada universidad. Por lo tanto, cuando nos encontramos con ese modelo, significaba comprar 17 millones de cuentas de acceso a nuestro público objetivo, que es la totalidad de los chilenos. Y el promedio de cada cuenta es de un dólar, por lo tanto eran 17 millones de dólares para acceder a una editorial. Hay que multiplicar eso por cada una de las editoriales, era una cifra absolutamente desorbitante. Nos dimos cuenta que no podíamos funcionar con el modelo de cuentas.
¿Qué hicieron entonces?
Después de mucho tiempo decidimos licitar este servicio y plantear nosotros cuáles eran los requisitos al mercado: autonomía, administrar, parametrizar, negociar de manera autónoma con las editoriales. Así, se presentó un ofertante español, una empresa llamada Odilo. Lo que hace es ofrecer una plataforma, tú pagas por el uso de esa plataforma, no eres propietario, pero tú puedes diseñar y administrar como tú quieras. Esta empresa ya trabaja a nivel mundial con muchos países; el proyecto iBiblio en España, por ejemplo, tiene su plataforma con Odilo.
¿Cómo fue el proceso de negociación con las otras editoriales?
Hasta hace un año y medio no había suficiente material digitalizado y las condiciones de venta por parte de las editoriales eran muy altas
Nuestra meta inicial fue tener un 20% de libros chilenos. Hasta hace un año y medio no habíamos cumplido esa meta, principalmente porque no había suficiente material digitalizado y porque las condiciones de venta por parte de las editoriales eran muy altas. En Chile existen tres grupos editoriales: la Cámara Chilena del Libro, Editores de Chile y los Editores de La Furia. Entonces, decidimos negociar con cada uno de estos gremios. La realidad de la Cámara Chilena del Libro es que muchas de estas editoriales (Planeta, Penguin Random House, Salamandra, Catalonia) tenían una representación limitada en Chile. Las decisiones digitales de Planeta, por ejemplo, se toman directamente con España. El problema de comunicarse con España es que todas estas editoriales son representadas por un grupo único llamado Libranda, que es el principal proveedor de contenidos digitales en lengua española. Y Libranda tiene condiciones de ventas muy estrictas y muchas veces monopólicas. Eso nos ha significado años de negociaciones y recién en enero incorporar estas editoriales.
¿Y en el caso de los Editores de Chile?
Nuestras negociaciones fueron, principalmente, con Paulo Slachevsky de Lom, quienes tenían muy pocos contenidos digitalizados el año 2013 y tampoco manejaban un modelo claro de ventas. Solo tenían alguno de sus contenidos puestos en Amazon, pero no habían pensado cómo sería la venta a bibliotecas. Y el miedo, que es algo que tienen controlado las grandes editoriales, era la piratería, la fragilidad económica del sistema, es decir, que si nosotros comprábamos copias digitales no se iban a comprar copias impresas del material, que habitualmente se compra y que por obligación el Estado debe comprar. Por lo tanto, estaba este miedo de que se desarmara su ecosistema. Entonces fue un trabajo de convencimiento, de ir probando. Al comienzo nos vendieron los productos a un precio exorbitante precisamente por este miedo a la piratería. El miedo a la piratería parece que ha sido algo atávico y que muy pocas veces se ha revertido en términos positivos.
¿Cómo fue el trabajo de negociación con los Editores de La Furia?
Ha sido súper fácil trabajar con ellos. Solo Tajamar y Cal y Canto no quieren nada digital. Son editoriales que no tienen una visibilidad tan grande, entonces ven la BP Digital como una plataforma de difusión que les sirve mucho.
¿Quién se ha encargado del trabajo de digitalizar los contenidos de las editoriales chilenas?
En estos momentos lo está haciendo Lom. Antes operaba como una gran imprenta del grupo de Editores de Chile y ahora está trabajando en la conversión digital. Vieron en lo digital una posibilidad de crecer.
¿Cómo se generó ese modelo de negocios para fijar los precios?
Como en un principio no existían libros digitalizados –trabajo que ahora está haciendo Lom- nosotros teníamos un representante de Odilo en Chile, que se llama Studio Digital, cuyo representante es Antonio Bascuñán. Studio Digital se encargó de digitalizar estos contenidos, pero eso implicó un costo que como Estado tuvimos que asumir. Para subir estos contenidos compramos tanto el contenido como la conversión. Si un libro en el mercado costaba 14 mil pesos, a nosotros nos costó 45 mil, por el costo de conversión. La condición fue que como Estado operábamos como una especie de Corfo que fomentábamos la edición digital del material, pagábamos esto, nos volvíamos propietarios del contenido, pero si queríamos comprar más copias, la copia se reducía a menos del 70% del valor impreso del libro. Es decir, que el primer libro que se está convirtiendo te lo compro a 45 mil pesos, pero la segunda copia te lo compro a 10 mil.
Todo esto redunda en un incremento de la producción literaria en formato digital.
Logramos tener un piso de producción nacional contemporánea interesante. Hoy tenemos en BP Digital 42 editoriales chilenas.
Efectivamente. Y logramos tener un piso de producción nacional contemporánea interesante. Hoy tenemos en BP Digital 42 editoriales chilenas.
Si ha aumentado la producción, ¿por qué no se manifiesta este índice en los registros de ISBN Chile, donde según los datos de 2014 solo el 8% de la producción de libros en Chile corresponde a libros digitales?
El ISBN tanto impreso como digital no es representativo de la producción editorial que hay en Chile. Hay muchas editoriales que inscriben el ISBN y después no sacan el libro. Y muchas veces se publican libros sin ISBN, sobre todo las editoriales pequeñas. La mayoría de los libros digitalizados mantienen su ISBN de libro impreso y se venden muchas veces con el mismo ISBN.
¿No debería cambiar aquello?
Debería cambiar y es una de las conversaciones que tenemos con la mesa del libro digital, pero para editoriales pequeñas implica un costo muy grande tener que pagar 10 mil pesos por cada uno de sus títulos. Sí, debiese haber una regulación, pero como Estado también pensamos que el ISBN debiera volver a ser administrado por una entidad estatal y no debiera involucrar un costo para el editor, porque finalmente sigue siendo un negocio.
Cuando una editorial nacional lanza un libro, ¿cuánto tiempo pasa hasta que está disponible en BP Digital?
Nuestra impresión es que las editoriales están sistematizando la producción de textos digitales. Yo creo que el trabajo que han tenido que hacer es retroactivo, es decir, los libros que se han editado anteriormente tienen que proceder a digitalizarlos. Nosotros hicimos esta gran compra del catálogo nacional, lo que se estaba editando en ese momento y ahora se ponen de acuerdo para subir sus contenidos a convenio marco y nosotros lo compramos automáticamente, o participan de licitaciones, o hacemos un trato directo. Generalmente, desde que ese libro se edita hasta que nosotros lo tenemos disponible pasan seis meses. Administrativamente el proceso de compra es muy lento.
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