¿Por qué los chilenos no entendemos lo que leemos?

Haz este ejercicio. Sube a la micro o al metro, mira a tu alrededor y cuenta cuántas personas van mirando el teléfono y cuántas van leyendo un libro, una revista, un cómic, o cualquier formato en papel.

Lo común será que haya más teléfonos que libros, reflejo de los desafíos significativos que presentamos como sociedad ante los hábitos de lectura. Son pocos los chilenos que leen por placer y, ante la pregunta del título, hay muchos argumentos y cifras que lo avalan.

Para diciembre de 2011, una investigación del Consejo de la Lectura y la Universidad de Chile indicaba que un 84% de los chilenos no comprende adecuadamente lo que lee, mientras que solo un tres por ciento de la población logra evaluar críticamente un texto.

Trece años después, los resultados no cambiaron tanto: a fines de 2024, obtuvimos el peor resultado entre 31 países evaluados pertenecientes a la OCDE, revelando que el 44% de los adultos chilenos entre 16 y 65 años carece de competencias suficientes en comprensión lectora, matemáticas y resolución de problemas.

El mismo informe añadió que tenemos un promedio nacional en comprensión lectora de 218, mientras que el promedio de la OCDE es de 260, evidenciando una brecha en habilidades fundamentales.

Porque leer no solo se trata de agarrar un libro con miles de páginas o saber de memoria poemas épicos: es una herramienta con la cual comprendemos nuestro entorno. “Si no entiendes lo que lees, tampoco vas a entender un enunciado en una prueba de matemática o biología. Finalmente, la comprensión es transversal”, resume Claudia Gilardoni, bibliotecóloga con más de 20 años en universidades y ligada a investigaciones sobre fomento lector.

Libros lectura
En Chile, los libros tienen un IVA de 19%. Esta criticada carga impositiva no solo encarece el acceso, sino que también desincentiva la compra y se transforma en una barrera entre ellos y los lectores.

En más de una década, las brechas no se han revertido. Si alguien puede hablar de esta tarea con propiedad es Constanza Mekis, la actual presidenta de Fundación Palabra y directora de la Biblioteca Interactiva Latinoamericana Infantil Juvenil (BILIJ). Durante 21 años, Constanza, estuvo a cargo de la Coordinación Nacional de Bibliotecas Escolares CRA del Ministerio de Educación, donde bajo su gestión se crearon 10.788 bibliotecas escolares en escuelas y liceos a lo largo del país.

Ante la pregunta, Mekis responde que “desgraciadamente, esto es verdad”. Sin embargo, la bibliotecaria piensa que es una verdad a medias y que es posible cambiar esta situación “con una dosis de optimismo y de un gran sueño”, ante una sociedad chilena que vuelva a otorgar a la lectura un “alto valor humano”.

Factores relacionados

Los hábitos de lectura están influenciados por factores culturales, económicos y educativos propios de cada país. En la región, Esther Kuisch, directora de la Oficina Regional de la UNESCO para América Latina y el Caribe, comenta que hay una “proporción importante de estudiantes” que no alcanza niveles adecuados de comprensión lectora.

Reflejo de ello es que solo en tercero básico, a nivel regional, el 55,7% de los estudiantes supera el Nivel de logro I, lo que significa que casi la mitad de los niños tiene dificultades para localizar información explícita o realizar inferencias básicas en un texto.

Si pasamos a sexto básico, solo el 31,2% de los estudiantes alcanza al menos el Nivel III, lo que indica que la mayoría enfrenta obstáculos para interpretar ideas implícitas o comparar información entre distintos textos.

Kuisch menciona diversos factores que influyen en la comprensión lectora de los estudiantes y que no son diferentes al caso chileno. Para ello toma en cuenta los resultados del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) 2019 de dicha institución.

Entre los aspectos escolares, señala que la calidad de la enseñanza es fundamental, ya que “docentes con formación específica en lectura logran que sus estudiantes obtengan hasta 20 puntos más en evaluaciones”. Además, la disponibilidad de recursos educativos, en especial el acceso a libros en el hogar, “impacta significativamente en el rendimiento, con diferencias de hasta 30 puntos entre quienes tienen más o menos acceso”. A esto se suman las condiciones socioeconómicas, que marcan una brecha de hasta 50 puntos entre estudiantes de distintos niveles económicos en la misma prueba.

Juan Pablo Catalán
Juan Pablo Catalán considera que el gran desafío del fomento lector en Chile radica en la falta de una política sostenida que impacte transversalmente a la sociedad.

Desde una perspectiva estructural, la autoridad de UNESCO puntualiza que la asistencia a educación preescolar se asocia con un mejor desempeño en comprensión lectora. En contraste, la inasistencia frecuente afecta negativamente el aprendizaje, ya que los estudiantes que faltaron más de 10 días en un mes obtuvieron 15 puntos menos en la prueba de lectura, mientras que la cifra aumenta a 20 puntos para quienes repiten.

Cambios en los hábitos

Juan Pablo Catalán, doctor en Educación e investigador en la Universidad Andrés Bello, señala que los hábitos de consumo cultural han cambiado drásticamente debido a la incorporación de la tecnología, la televisión e internet, lo que ha desplazado a la lectura como fuente principal de información y entretenimiento.

Atrás quedaron los tiempos donde Chile tuvo una mayor cantidad de revistas y diarios en papel durante el siglo XX en comparación con la actualidad. Había una amplia oferta de periódicos nacionales, regionales y locales, además de una diversidad de revistas culturales, políticas, científicas y de entretenimiento. Hasta el acceso al humor a través de Condorito o las historietas del Peneca acercaban la lectura.

A esto se suman los desafíos económicos que enfrenta la industria editorial, como el aumento en los costos de producción y la menor rentabilidad, lo que ha provocado el cierre de varias editoriales y publicaciones independientes. Además, la criticada carga impositiva en Chile, con un IVA del 19% en los libros, no solo encarece el acceso sino que desincentiva la compra, generando un estigma en comparación con otros países que aplican impuestos reducidos o nulos a los bienes culturales.

Catalán enfatiza que la problemática de la lectura es multifacética y critica los métodos pedagógicos obsoletos en la enseñanza de la lectura, que se centran en la decodificación mecánica sin fomentar la comprensión profunda y el análisis crítico. A esto se suma la desigualdad socioeconómica, pues un estudio de la CEPAL indica que las comunidades con menos recursos tienen un acceso limitado a materiales de lectura de calidad, lo que agrava las brechas educativas en el país.

Por su lado, la bibliotecaria Claudia Gilardoni sugiere que la sociedad chilena ha optado en las últimas décadas “por contenido digerible, fácil y de entretención”, añadiendo que ese cambio viene de la mano con un fenómeno de mayor consumo y acceso a medios tecnológicos. “Creo que hay un cambio entre los 70 y los 80 en el sentido de que ya en las casas no hay acceso a lectura, solo entretención”, discute.

¿Podemos volver a ser un país lector?

Es una pregunta igual de difícil de responder que la del titular de este artículo. Constanza Mekis prefiere mirarlo desde la mixtura, donde tres elementos, escuela, familia y sociedad, deben estar “bien ensamblados” para generar condiciones que mejoren este aspecto en la ciudadanía.

Niños lectura
“Los pequeños lectores acceden a la literatura por medio de un adulto que los lleva al encuentro con el libro”, afirma Constanza Mekis.

Mekis es optimista, y destaca que en Chile existen múltiples iniciativas para fomentar la lectura, tanto desde el Estado como desde el ámbito privado. Menciona la red de Bibliotecas Públicas, la creación de 11.000 Bibliotecas Escolares CRA y el trabajo de fundaciones y ONG como “Por un Chile que lee”. Ella argumenta que el país es pionero en Iberoamérica en avance en bibliotecas, pero hay una falta de desarrollo del campo de la formación de quienes manejan estas instituciones. Para ella, “es una gran deuda para el ecosistema del libro, de la lectura y las bibliotecas en Chile”.

La también académica en la Universidad de Zaragoza enfatiza que el desafío es articular estos espacios con las comunidades escolares y municipales para generar instancias de encuentro y formación que fortalezcan la lectura. “Los equipos de biblioteca pueden desarrollar comunidades lectoras en las escuelas, pero es clave que las autoridades faciliten estos procesos”, analiza. Además, propone ampliar las colecciones de bibliotecas escolares en formatos digitales e impresos y diseñar estrategias de adquisición de libros que fomenten la participación.

Kuisch, de la UNESCO, comparte estos puntos, como implementar programas de fomento lector desde la educación básica, promoviendo la lectura en familia y en la comunidad, y aumentar la disponibilidad de libros y recursos educativos en escuelas y bibliotecas públicas. Según el ERCE 2019, “la promoción de la lectura en el hogar y la comunidad, así como el acceso a materiales de lectura, son factores asociados positivamente con el rendimiento en comprensión lectora”.

Frente a ello, Mekis cree que el rol de los adultos en la mediación de la lectura debe “tender puentes hacia padres y apoderados”, ofreciendo instancias para que tomen “conciencia de su rol”. En este sentido, destaca la importancia de la formación de mediadores de lectura, como el Diplomado en Gestión y Mediación en Bibliotecas Escolares que Fundación Palabra y la UC dictarán este año. “Con docentes lectores, existen estudiantes lectores”, enfatiza.

Lectura en primera infancia

Juan Pablo Catalán considera que el gran desafío del fomento lector en Chile radica en la falta de una política sostenida que impacte transversalmente a la sociedad. En este sentido, destaca la necesidad de invertir desde la primera infancia. “La clave está en que tiene que comenzar la lectura desde la sala cuna”, precisa.

Catalán plantea que las bibliotecas escolares y los centros de recursos de aprendizaje deben ofrecer “textos auténticos e imágenes interactivas”, incorporando tecnología de manera dinámica. “El Ministerio tiene el desafío de dotar a las bibliotecas escolares con textos que permitan a los niños jugar con la lectura, interrogar distintos textos auténticos e integrar herramientas digitales”, señala.

constanza mekis
Constanza Mekis sostiene que la discusión no debe centrarse en si los libros digitales y audiolibros pueden reemplazar al formato impreso, sino en cómo integrar la tecnología en la formación lectora.

Desde su perspectiva, una biblioteca pensada para esas edades debe incluir elementos como cuentos sensoriales, mandalas lectores, alfombras lectoras y paraguas lectores. “Estas estrategias de animación permiten que los niños, desde los tres, cuatro, cinco o seis meses, se acerquen al mundo de la lectura”, señala.

En el caso de los niños más pequeños, Mekis subraya la importancia del juego como estrategia de fomento lector. “Los pequeños lectores acceden a la literatura por medio de un adulto que los lleva al encuentro con el libro”, afirma, destacando la lectura compartida como un momento clave para el desarrollo cognitivo y emocional.

En este sentido, recomienda el uso de libros-juego, que involucran distintos sentidos y estimulan la curiosidad y la coordinación motriz. “La finalidad de jugar es entretener, pero también permite asimilar conocimientos sobre el mundo”, concluye, resaltando el potencial del juego como puente hacia la lectura.

El impacto tecnológico

Ante tantos caminos, uno con el que habitaremos es el de la digitalización. Claudia Gilardoni considera que hay una necesidad de retomar el papel, el tacto con el libro y sus variedades, porque ante el excesivo uso de la pantalla, y con ello el contenido fragmentado y breve, estamos pagando consecuencias que se ven reflejadas en la baja comprensión lectora.

Ante un problema estructural, Juan Pablo Catalán considera que “no basta con implementar programas aislados o distribuir más libros si no se trabaja en cambiar la cultura lectora de nuestro país”, advierte. La necesidad de un enfoque integral contempla un uso estratégico de la tecnología.

Uno de los puntos clave, según Catalán, es que la calidad y profundidad de la lectura no dependen del formato, sino del desarrollo de hábitos de lectura reflexivos y críticos. Aquí, él sostiene que la entrada de los libros digitales y audiolibros debe verse como un “aliado” en el fomento lector.

“Si se integran correctamente en estrategias educativas, pueden generar un impacto espectacular”, defiende. Ejemplos actuales como Países Bajos, Finlandia y Noruega demuestran que el uso de audiolibros puede mejorar la comprensión oral y la capacidad de atención de los estudiantes.

Si bien suena interesante, la digitalización no soluciona por sí sola los problemas de comprensión lectora. “El problema va mucho más allá del formato”, comenta, advirtiendo que estudios han demostrado que la retención y comprensión lectora tienden a ser menores en textos digitales en comparación con los impresos, especialmente en lecturas extensas.

Desde esta perspectiva, el desafío está en cómo se complementan estos mundos para fomentar una lectura más profunda y reflexiva.

Sobre el impacto de la tecnología en los hábitos de lectura, Mekis sostiene que la discusión no debe centrarse en sí los libros digitales y audiolibros pueden reemplazar al formato impreso, sino en cómo integrar la tecnología en la formación lectora. “La escuela, la biblioteca escolar y las familias deben entender que la tecnología es una herramienta que requiere una mediación adecuada para el aprendizaje”, expresa.

La inteligencia artificial también podría revolucionar el área y su incorporación en la educación debe aprovecharse estratégicamente. “Hoy existen herramientas de inteligencia artificial capaces de generar recomendaciones personalizadas de libros según los intereses de los estudiantes, facilitando la exploración de textos variados”, sentencia el académico.

El futuro lector de Chile marcará a las generaciones por venir, en tiempos de cambio donde necesitamos más ciudadanos capaces de comprender, analizar y cuestionar críticamente el mundo a través de la lectura. Hay que volver a leer, e inspirar a otros a que se encuentren con las letras sin que eso sea solo un acto de intelectualidad, sino un descanso, una búsqueda, una entretención diferente.

Fuente: La Tercera