El miedo apocalíptico al libro digital

tt_Miraia

En la Feria de Frankfurt del 2009 algunos atrevidos vaticinaron la muerte del libro impreso para el año 2018. Otros pronósticos marcaban el 2017 como el año en el que las ventas de libros electrónicos en Estados Unidos superarían a las de papel. La realidad es que la venta de libros digitales se ha ralentizado y la producción de libros impresos continúa aumentando.

La realidad es que la venta de libros digitales se ha ralentizado y la producción de libros impresos continúa aumentando

Las estadísticas indican que vivimos en un país en el que se lee muy poco, con un índice de lectura del 63%, menor que la media europea que se sitúa en un 70%. Sin embargo, cada día en España se venden más de 421.000 libros. De cada 100 libros publicados, 75 siguen imprimiéndose en papel y 22 son digitales. En las cifras de venta de libros digitales no se tiene en cuenta que encuestas recientes muestran que un 68% de los lectores digitales confiesa que no paga.

El fenómeno de la digitalización y de internet ha dado lugar a una de las grandes revoluciones tecnológicas de nuestro tiempo y, al igual que ocurrió con la escritura, la imprenta y el audiovisual, su irrupción ha arrastrado críticas y temores. Hoy en día nos sorprende que Sócrates opinase que la escritura destruía la memoria y debilitaba el pensamiento o que el clero plantease dudas sobre la duración del papel impreso y su falta de estética. Sin contar con el coste de los libros antes de Gutenberg, que se calcula en un equivalente a día de hoy de unos 20.000 dólares por libro.

A pesar de conocer estos datos y de que se hayan escrito ríos de tinta sobre el libro digital, mostramos los mismos temores apocalípticos cuando nos enfrentamos a una fase de cambio sustancial que, en realidad, representa nuestra oportunidad para hacer la cultura todavía más accesible y universal.

Cada una de las revoluciones comunicacionales que ha experimentado nuestra civilización ha permitido un mayor acceso a la información y a la cultura. Su irrupción unida al aumento de población, la alfabetización y la mejor calidad de vida ha tenido como consecuencia que, en el mundo desarrollado, se lea más que nunca y que la lectura haya dejado de ser privilegio exclusivo de unos pocos.

Cada una de las revoluciones comunicacionales que ha experimentado nuestra civilización ha permitido un mayor acceso a la información y a la cultura

Las nuevas generaciones nos sorprenderán con cambios de preferencias ligados a estilos de vida diferentes, en donde las relaciones se crearán en la red y las universidades dejarán de ser presenciales. En este sentido, los audiovisuales prometen concentrar gran parte de su atención. A los que teman que el libro digital sustituya al libro impreso, deberían entrar en la web de la Khan Academy que se ha convertido en el mayor centro de estudios mundial con tutoriales audiovisuales, proporcionando educación gratuita a nivel mundial, accesible desde cualquier lugar.

El libro digital sustituirá a una gran parte del impreso aunque su conquista será gradual y lenta porque pasa por una mayor oferta, más calidad de imagen, una mejor política de precios, fomentar prácticas y leyes adecuadas que hagan disminuir la piratería, la mejora tecnológica de las pantallas y la integración de ordenadores y tablets en las escuelas y universidades.

Su convivencia con el libro impreso es posible porque la experiencia es diferente. Al igual que la fotografía no acabó con los óleos, ni la televisión con el cine, el libro digital nos permitirá una lectura más práctica, rápida, con subrayados y búsqueda de palabras e incluso traducciones inmediatas, pero no podrá sustituir la experiencia de la calidez, la textura o el color de la página impresa que despierta nuestros sentidos del tacto, el olfato y la vista.

Mientras que en la prensa, el futuro de la información de actualidad con fecha de caducidad está en la red; en la literatura, las ediciones especiales, las limitadas, los libros ilustrados o dedicados, seguirán acompañándonos mucho tiempo en cálidas páginas impresas que podremos disfrutar como objetos literarios en nuestras cada vez más reducidas bibliotecas.

Fuente:  Cronicaglobal.com